En esta nueva entrega de Contra las cuerdas, la primera de abril, quiero ponerme algo más “experimental”. Pretendo seguir hablando de las cosas que me gustan, pero creo que acabo inevitablemente constriñéndome a una estructura, a la vez que me olvido de la lección más importante: Este espacio es mío. Puedo romperlo, hacerlo crecer, darle la vuelta… y seguirá siendo mío (y de Substack). Por este motivo no pasa nada si en alguna Newsletter dejo a un lado la temática y hablamos de otras cosas.
Mirar al mar directamente a los ojos
Desde que tengo memoria siempre he vivido en pueblos o ciudades que conviven con el mar: A Coruña, Vilagarcía de Arousa… Su presencia ha sido una constante en mi vida y no solo para ir a la playa. Disfruto enormemente de pasear al lado del mar o de tomarme un café en una terraza viéndolo de fondo y sé que puede que no fuese igual de feliz en una ciudad que no tuviese mar.
Este pasado fin de semana estuve en Gijón con mis mejores amigos y, afortunadamente hizo bueno (los que vivimos en el norte creo que, inevitablemente, agradecemos hacia arriba cuando el clima ofrece tregua) y dimos un enorme paseo con el fin de llegar a un restaurante donde nos iban a servir un riquísimo cachopo. Siempre me sienta mejor caminar con el mar al lado y no en medio de los edificios y del terrible tráfico. Odio los ruidos fuertes y los bocinazos, al contrario que el choque de las olas y el olor de la mar salada. Hizo que esa caminata de casi una hora fuese mucho más gratificante.
También tengo especial afinidad por los libros/cómics/series… con ambientación marítima o costera. En mi cabeza todavía perduran el impacto que me dejaron El Faro, la película de Robert Eggers con Robert Pattison y Willem Dafoe, y Bloodborne (algo que quedó patente en la pasada NL). En concreto, todavía me acuerdo de la localización final del único DLC del título, Los antiguos cazadores: La aldea pesquera. En esta aldea, posiblemente la zona más difícil de todo el juego, nos encontramos con diversos engendros marinos. Yo, en cierta medida, no podía dejar de encontrar similitudes con diversas aldeítas pesqueras gallegas, como Combarro, donde se rodó otro film lovecraftiano como Dagon: La secta del mar, dirigida por Stuart Gordon, un cineasta ya habituado al horror cósmico. El mar puede ofrecernos cosas maravillosas, pero también alberga horrores más allá de lo ancestral como en la mediocre peli Underwater. Es un entorno que ha influido poderosamente en nuestra misma existencia. Yo por mi parte espero seguir visitándolo día si y día también.
Escribo que te escribo
Me ocupo de esta Newsletter desde hace unas cuantas semanas procurando mantener cierta regularidad, pero es sólo una parte de lo que escribo en mi día a día. Cuando voy a mi agenda y anotó los compromisos de la semana, escribo. Cuando apunto cómo ha sido mi jornada en el diario, escribo. Cuando publico algo en LinkedIn sobre un curso interesante que he hecho, escribo. Cuando redacto una lista antes de irme de viaje, escribo. Incluso cuando te creas un perfil en una app rollo Tinder también acabas escribiendo. Puede ser para “promocionar” un producto, tus servicios o a ti mismo, pero también para exponer en un papel lo que ha supuesto un mal día, exteriorizar tus pensamientos en tinta, lo que ha molado ese festival con amigos o una crítica de esa peli nueva de Jason Statham que sorprendentemente te ha divertido.
Escribir siempre estará ahí, no solo en un soporte digital, sino en papel, aunque sea la cosa más nimia. Además, es algo que nadie nos va a quitar. Puede que Substack se vaya al guano en unos meses, tal y como le ha pasado a la red social anteriormente conocida como Twitter, y todo lo que hayamos escrito se acabe perdiendo inevitablemente. Por eso está bien seguir cultivando la escritura, aunque no sea con los fines más creativos. Escribir forma parte de mi ser. Me he dedicado a ello durante más de una década y así lo seguirá siendo de cara al futuro.
Common Side Effects: Sobreviviendo las farmaceuticas
Una de las series que más he disfrutado en lo que llevamos de 2025 ha sido Common Side Effects (Efectos Secundarios en Españita), cuya primera temporada ha llegado a su fin este lunes. Y digo primera temporada porque afortunadamente Max ha dado luz verde a su renovación.
Common Side Effects es la nueva serie de Jeff Bennett, creador también de la gran e injustamente maltratada por Max Scavengers Reign (El planeta de los recolectores). De la ciencia ficción distópica pasamos a la crítica social hacia las farmacéuticas y la intriga deslenguada que recuerda a Fargo. Su protagonista, Marshall Cuso, es un activista transgresor que ha desarrollado un hongo que, aparentemente, cura cualquier enfermedad o lesión grave… a falta de comprobar sus posibles efectos secundarios. En su camino se reencontrará con Frances Applewhite, su antiguo crush del instituto, sin saber que esta trabaja en una farmacéutica. Inevitablemente ambos serán víctimas de una implacable persecución, y es que a los magnates, farmacéuticas o federales comprados de Estados Unidos no les interesa que exista un remedio del que no puedan sacar tajada, especialmente en un país con un sistema sanitario tan privatizado. Entre sus perseguidores está la llamativa dupla formada por los agentes Harrington y Copano, cuya amistad ayuda a que lleven a cabo la investigación del caso con espíritu crítico.
Una vez vistos los diez episodios que conforman esta primera temporada puedo decir que Common Side Effects se encontrará entre las grandes series de este 2025. Divertida, intrigante, quizá algo alargada… pero sabe como enganchar al espectador. Muy recomendable y, sinceramente, me alegro de que la nueva propuesta de Jeff Bennett haya conseguido el clamor de crítica y público que se merece.
Justo hace unas semanas escribí en mi blog sobre la cosa de escribir. Y estoy de acuerdo contigo. Al final lo llevamos dentro, nos nace hacerlo. Así que, demonios, ¡a escribir!