Contra las cuerdas #10: Pastillas de freno
De monstruos, rebeliones y acabar con la explotación.
El pasado viernes no hubo Newsletter de Contra las cuerdas desgraciadamente. En esta ocasión, una terrible amigdalitis me ha tenido atenazado durante más de una semana y no tenía ni el cuerpo ni el ánimo para escribir nada.
Cómo se podía poner en los ancestrales tiempos de Facebook, mis amígdalas y yo tenemos una relación complicada. Llevan desde los 17 años dándome la lata, y aunque en 2009 ya me operase para que las resecasen, parece que ahora han vuelto con más fuerza que nunca y creo que ya va siendo hora de decir “Que lastima, pero adios”. Mientras tanto, esta semana de recuperación se ha disfrutado con tranquilidad, lectura, buenos visionados y videojuegos.
La amígdala es un verdadero dolor (en muchos sentidos)
La palabra “amígdala” tiene para mi una connotación aun más negativa si cabe, ya que así se llama también uno de los jefes más temibles de Bloodborne. Se trata de uno de las monstruosas deidades o Grandes del videojuego lovecraftiano de Hidetaka Miyazaki. Aparece tanto como temible enemigo y como obstáculo que busca acabar con nosotros o que incluso nos transporta a otros planos de la existencia y el entendimiento. Es uno de los pocos jefes que además tienes que hacer frente completamente solo, sin poder invocar aliados. Para mi fue toda una prueba de resistencia y que, siendo mi primer Soulsborne, confirmó mi pasión por los títulos de From Software: Acabar de librar una épica batalla tras haber muerto en multitud de ocasiones y tener el mando de la Playstation 4 casi temblando en las manos.
Fuera de la historia principal del juego, podemos volver a enfrentarnos a esta horrible criatura en las Mazmorras del Cáliz, unas mazmorras subterráneas “autogeneradas”. Sin embargo, en esta contienda contaríamos con el hándicap de que hemos recibido una maldición y nuestra salud está mermada al 50% por ciento. Cómo si la primera pelea hubiese sido un paseo por el parque, vamos. Lo divertido es que, si dispones del suficiente grado de “Lucidez” (algo así como la Inteligencia del juego) puedes percibir que Amígdala siempre ha estado ahí desde el inicio del título. Pero en este caso ser inteligente no es necesariamente bueno. Y es que, ¿quién quiere ser plenamente consciente en un mundo horrible repleto de monstruosidades?
Cassian cogió su blaster… y se puso a matar fascistas
El martes 22 de abril Andor regresó a Disney Plus después de 2 años y medio. Tras el afán desatado por el estreno de Rogue One, la precuela de Star Wars: Una nueva esperanza dirigida por Gareth Edwards, en 2022 se decidió dar luz verde a una serie creada por Tony Gilroy (guionista principal de las películas de Jason Bourne protagonizadas por Matt Damon), en la que el actor mexicano Diego Luna vuelve a ponerse en la piel de uno de los protagonistas del film: Cassian Andor.
El proyecto busca mostrar, por un lado, cómo se convirtió un granuja sin oficio ni beneficio en uno de los agentes más subversivos y radicales de la Alianza rebelde. Por otro, también refleja, a través de la mirada de sus diferentes protagonistas, como funcionan los rebeldes y el Imperio, lejos de personalizarlos en jedis, siths, etc… Es especialmente hábil como la serie consigue que el Imperio sea temible como institución más que como un conjunto de individuos malvados, tratando de ver como funciona a nivel autoritario, militar, propagandístico, etc… Andor permite explorar la galaxia alejada de la perspectiva de la Fuerza y con la libertad creativa (dentro de lo que cabe) que se le ha otorgado a Gilroy para mostrar el alzamiento del movimiento insurgente dentro de este universo.
La serie finalizará con su segunda temporada y estoy a favor, ya que no creo que convenga alargar las cosas. Pero, tras productos que han derivado desde lo aceptable hasta lo mediocre, está bien que Star Wars por fin cuente con una serie de reconocimiento por la crítica. Por mi parte, yo estoy disfrutando de este viaje espacial revolucionario y oscuro.
1 de mayo
He terminado de redactar y revisar esta Newsletter el 1 de mayo. Quizá me pongo con ello en este día porque para mi esto más que un trabajo es un placer, algo que me produce confort. Porque por eso cree esta NL y el blog de Contra las cuerdas, para volver a escribir para mi disfrute. Algo que no pasaba desde hace, quizá, años.
Mi anterior puesto de trabajo era uno de los trabajos de mis sueños. Es algo de lo que podré presumir y, especialmente, nadie podrá quitarme los grandes momentos que he vivido en él. Sin embargo, el trabajo también es, esencialmente, sufrimiento: 40 horas a la semana que dedicas de tu vida, demasiadas. Tiempo que restas a cuidarte a ti mismo y a tus seres queridos o para cultivar aficiones, especialmente si tu vida personal te obliga a conciliar. A su vez, los salarios siguen siendo bajos, pero el trabajo te obliga a dedicarle cada vez más esfuerzo y tiempo. Es una serpiente que se muerde la cola y que se hace cada vez más visceral.
Y lo peor es que la relación con mi anterior puesto de trabajo se deterioró por causas completamente ajenas a mi. Es una empresa que “ya no existe”. El problema es que, como has tenido durante tanto tiempo la cabeza tan asimilada en el trabajo por la sobrecarga de curro, de que no te permitan hacer tu labor de la mejor forma posible… cuando careces de él sientes inutil, te sientes improductivo. Sin embargo, al final te acabas dando de cuenta de que quizá ha sido para mejor, que igual no te habrías salido de ahí sólo por el alivio de ver la nómina a final de mes… pero a su vez dicha nómina tardaba más en llegar. Igual ahora puedes acabar en un sitio donde verdaderamente se te respete como profesional a ti y a tus compañeros de trabajo. Que sea un entorno humano y no de explotación. Porqué no deberíamos sentirnos mal cuando no trabajamos. Nuestra prioridad debería ser nuestra vida, no el trabajo.
Pero volviendo a lo de antes, ha habido grandes momentos y que me quiten lo bailado. No voy a decir nombres ni dar más detalles porque no me apetece, pero como dice la canción de Mago de Oz y perdonadme la vetusta referencia: “El que quiera entender, que entienda”. Algunos de los suscriptores de esta NL sabéis donde trabajaba y a lo que me dedicaba. También me ha servido de primera mano para comprobar hasta que punto puede llegar la toxicidad de Twitter, incluso antes de la aparición de Elon Musk, con gente que presume ser “buena persona, inclusiva, con valores”, pero que celebraron públicamente que muchas personas, muchas de ellas con familias, acaben en la calle. No estoy culpabilizando, sino intento mostrar que quizá no vendría mal algo más de empatía en los tiempos que corren. Porque los responsables no son los que arriman el hombro cada día siguiendo ordenes y ejecutivas erradas, sino más bien, cómo cantaba Ska-P en “El vals del obrero” (otra referencia vetusta)…
“Feliz el empresario,
más callos en mis manos.
Mis riñones van a reventar.
No tengo un puto duro,
pero sigo cotizando
a tu estado del bienestar”.
Así que me despido del 1 de mayo esperando estar en un sitio que me valore como trabajador, pero sobretodo, como ser humano.
Algunos apuntes de esta semana:
He profundizado en mi blog sobre la era de la viralidad y las métricas del wrestling actual, que ha irrumpido especialmente con fuerza en WWE. Podéis echarle un vistazo aquí.
Quizá hable de lo que me está decepcionando (de momento) la segunda temporada de The Last of Us respecto a la primera.
Sigo leyendo Intermezzo de Sally Rooney. Novela muy gustosa que te hace dar cuenta de que, si a veces pasas por una bajona, seguro que ni se acerca por asomo a lo que están viviendo los dos hermanos que protagonizan este libro (sobretodo el mayor).
La canción de esta NL es No More Lies, colaboración entre Thundercat y Tame Impala. Puedo decir que es uno de los temas que más he escuchado en el último año. En general, creo que desde que me aficione a la música de Jamiroquai desde chiquitito, le he pillado el gustirrinín a este tipo de sonido pese a ser alguien que siempre ha picoteado de todo auditivamente hablando (menos al reggaeton, que es superior a mis fuerzas).
Cuando me echaron de ese sitio que ya no existe, un amigo me dijo que era para mejor. Que estaba mal allí y que eso era lo mejor para escapar y encontrar algo mejor. Tenía razón y acabó pasando. Así que ánimo con las amígdalas y que el tiempo traiga todo lo bueno.